Carta para David y una lluvia delgada
Tus ojos dos preguntas
brillando desde dentro del cráneo.
Recuerdo
el lunar absorto, la lenta caída de las tardes,
a veces una lluvia delgada.
Y entonces,
las plazas desiertas bajo la luz ambarina,
la piel de elefante tapizando los laureles.
Se intuyen flotando los ecos en la espuma
amarga del tiempo:
conversaciones como salvavidas,
a veces, una lluvia delgada
a veces, ni eso.
Eras un niño y la muerte te andaba rondando,
pero dicen que tenías una buena jugada.
Aunque aquello acabase en tablas,
quiero pensar que elegiste ser:
ser, frente a la nada.
Te recuerdo ahora, mientras suena otra vez,
fina e incluso delgada:
eras un buen tipo y una vez fuiste pequeño.
Que es más, mucho más, de lo que se pueda decir
de los grandes hombres
en general.
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